LOS ZAPATOS AHOGADOS - Enrique Medrano
Ante la prociximidad del olvido mi cuerpo frágil pretende hacer del adiós algo distinto. Pero no lo logra. Y un frío de tumba se me urde en la piel después de la despedida. La lluvia no deja de ahogarme los zapatos y bajo sus huellas se convierte en la sombra de un mar sin fondo. Hoy el llanto es una ruta en la que los pasantes van y vienen. Máscaras de neblina y de tormenta y espectros montados en corceles de arena se desdoblan por la calle y la saturan. Con mi tristeza huyo, me guarezco en un rindón. Amontono mus huesos como una pila de leña sobre la piel y me hago arder con miles de pensamientos. Volutas escapan en el aire. Dibujan un rostro con el humo de un amor perdido. Entonces, me alcanzan la boca palabras de fiebre. Y un nombre. Agonizo así un siglo, entre murmullos. Y cuando sólo quedan cenizas frías, vuelvo en mí. Abandono la soledad y me mezcló una vez más con los pasantes.